Madrugada, desorganizar bártulos y organizarlos dentro de algo así. Hay niños que desde su carricoche ahuyentan gruñendo, vehículos de transporte amenazantes, cual león defendiendo su territorio y su integridad; hay taxistas que cuestionan tu dirección, tu casa y hasta tu nombre, hay pinturas que dejan de llamarse pinturas para verse las tripas de carboncillo derramarse lienzo abajo;
Goyas irreconocibles, pasillos llenos de polvo que no dejan, cajas torácicas que aprisionan demasiado, conversaciones de larga duración ocultando el rostro tras una almohada y vehículos dignos del siglo XX que te llevan a nuevos lugares, con idiomas ajenos a tus cuerdas vocales.